Nada genera tanto miedo, y al mismo tiempo satisfacción, como renunciar.
Desarrollar un producto, una empresa o una marca, requiere renunciar a lo que no sos y apostarlo todo a lo que sí sos. Es importante que mirés hacia adentro y decidás valientemente.
¿Qué tipo de persona sos? ¿cuál es tu esencia? ¿qué desata tu creatividad? ¿qué caos sos capaz de disipar? ¿qué es lo peor de vos y al mismo tiempo lo mejor de vos?
Una vez decidís cuál es tu don y qué parte física del mundo capitalista te gusta, empezás a ver cómo esta energía esencial que tenés adentro puede influir en el mundo físico que te encanta.
“Emprender”, es básicamente poner tu energía más profunda, escasa y de mayor valor, en un producto y/o servicio que te súper divierte y que el prójimo está dispuesto a pagar para solucionar sus problemas.
Ofrecé tus regalos. Sacá lo más útil de vos y entregalo al mundo. Cuando lo que te encanta hacer cuadra con lo que sos muy bueno haciendo, y además te pagan, la hacés.
Renunciá a la forma de llegar a tu por qué, esa no te toca a vos. A vos te toca saber tu por qué. Un por qué tan grande que te jale como imán, el cómo se presenta solito.
Sabé que las metas existen para tener un marco de referencia de lo que es “triunfar” en un juego. Pero nada tiene que ver con tu valor intrínseco como humano. No pasa nada si no llegás este trimestre a tu meta, el próximo mejorás tus tácticas.
Vos ocupate de un por qué muy profundo, detallado, claro, que te haga conmoverte, y que al mismo tiempo, no te aleje de tu presente.
Practicá el visualizar sin perder tu aquí y ahora. En este juego, hay que estar en el presente, sabiendo a donde va uno.
La renuncia es el acto maestro, porque paradójicamente, al soltar todo viene.