En la Edad Media, la responsabilidad de llevar los registros estaba en manos de la Iglesia. Nacimientos, matrimonios y títulos de propiedad eran registrados por los escribas de los monasterios. En cuanto a tecnología de la información, el Vaticano era el Silicon Valley medieval.
En el siglo XVII, tras la invención de la imprenta y la consolidación de los estados nacionales, los registros empezaron a transferirse desde la iglesia a las burocracias estatales. Los registros gubernamentales comenzaron a acumular información de sus ciudadanos por motivos de control social, demográfico y tributario.
A comienzos del siglo XXI, los registros comenzaron a trasladarse a las bases de datos de los gigantes puntocom. Google, Facebook y Amazon valen miles de millones por la cantidad de datos que tienen de sus usuarios. Saben quiénes somos, dónde estamos, qué consumimos, cuánto ganamos y con quién nos relacionamos.
La información fue cambiando de manos… pero siempre estuvo controlada por entidades centralizadas que la utilizaron para sus propios fines, ya sea el control social o la venta de publicidad. El blockchain podría representar un quiebre en esta historia.
Nuestras vidas dependen cada vez más de sistemas de identidad y reputación gestionados por empresas de Internet. LinkedIn tiene nuestra identidad y reputación profesional. Uber maneja nuestra identidad como choferes. MercadoLibre gestiona un importante sistema de reputación de sus compradores y vendedores.
Nuestra identidad online está diseminada entre todas las plataformas que utilizamos.
En primer lugar, esto plantea serios riesgos de seguridad. Si alguna de estas plataformas fuese hackeada, alguien podría robar una gran cantidad de datos sensibles.
A finales de 2017, la empresa de riesgo crediticio Equifax reveló que un hackeo puso al descubierto los datos de más de 145 millones de personas, incluyendo número de seguridad social y dirección (en algunos casos, incluso el número de tarjeta de crédito).
En noviembre de 2018, un hackeo en Facebook afectó a unos 50 millones de usuarios.
Equifax. En este monólogo, el comediante John Oliver explica el hackeo de la empresa Equifax.
Pero el problema no sólo son los riesgos de hackeo. Cuando utilizamos una plataforma, le cedemos la propiedad de nuestra identidad digital. En base a esta identidad y nuestro comportamiento dentro de la plataforma, estas empresas venden publicidad hípersegmentada a los anunciantes (para saber más sobre este proceso, leer el artículo El Lado Oscuro de la Revolución Digital).
Como usuarios, tenemos pocas posibilidades de escapar a esta situación. La identidad formada a lo largo de los años nos mantiene “prisioneros” de esas plataformas.
Si quisiéramos mudarnos desde MercadoLibre hacia otra plataforma de comercio electrónico, no podríamos llevar nuestra identidad con nosotros. Tendríamos que construir, desde cero, una reputación que nos llevó años forjar. Es el equivalente digital a mudarse a un nuevo país y empezar de cero.
Este es un gran poder que las empresas de Internet tienen sobre sus usuarios.
Uno de los grandes proyectos de la industria del blockchain es la construcción de un sistema de identidad descentralizada. Un sistema que permita a los usuarios convertirse en los propietarios de sus datos de identidad.
Imaginemos que tuviésemos un documento de identidad único basado en ultra segura tecnología de blockchain donde se almacenen todos nuestros datos:
Una vez que tenemos estos datos dentro de nuestro documento de identidad único, podemos compartirlos con quienes deseemos. Si abandonamos una plataforma, podemos llevarnos nuestra reputación con nosotros. Así no tendremos que empezar de cero.
Además, la propiedad sobre nuestros datos nos da la posibilidad de monetizarlos.
Por ejemplo, podremos vender datos de nuestra reputación como vendedores en e-commerce a una empresa que quiera usar esa información para calcular nuestro score crediticio, o nuestros datos de salud para un laboratorio farmacéutico que quiera usarlos para investigaciones médicas.
Proof of Humanity. Un proyecto de identidad digital descentralizada.
La construcción de una identidad soberana se realiza sobre cuatro pilares:
Se estima que unos 1.100 millones de personas carecen de un documento de identidad. Como no pueden probar quiénes son, no pueden acceder a una serie de servicios básicos como una cuenta bancaria, atención médica o educación.
La iniciativa ID2020 es una alianza entre Accenture y Microsoft para usar blockchain en el registro de la identidad de personas. El objetivo es dar una identidad oficial a quienes actualmente no la tienen, empezando por refugiados.
En definitiva, la propiedad de los registros hoy está en manos de los gigantes de Internet. El blockchain promete un futuro donde los usuarios sean los propietarios de los datos. El comienzo del camino hacia la identidad soberana.